EL HERRERO:
Cosía la malla,
unía los puntos del hierro, que alquímicamente adoptaba una
nueva forma, deformada, para amalgamarse con otro de su especie, y así creaba
otra cosa.
Lo hacía
mecánicamente, no había sorpresa en su actividad, como quien maneja un auto
después de muchos años y ya no encuentra novedad en esto, mientras tanto
repasaba cada momento de la noche anterior.
Decidió abrir su
mundo a alguien a quien, siendo muy chico, le había robado el corazón. Se la
cruzo, fue casual, no lo planeo, y no sabía con quien se iba a encontrar.
No recordaba
mucho de su infancia, algo hacia que los registros de esa etapa hubieran sido
vedados para él, a la manera de un electroshock que le robo los recuerdos para
llevarlos a algún lugar donde ya no le provocaran dolor, ni enojo, ni anhelo,
era como un hombre sin infancia, con pasado, pero sin infancia.
Ella era lúdica,
fuego puro, en ella todo era verdad, no tenía miedo de decir lo que sentía,
ponía todo en su lugar sin ataduras.
Había hecho la
cena para ella, y ella había ido hasta él, los dos pactaron que nada pasaría,
pero los dos sabían que morían porque algo pase.
Bailaban uno por
detrás del otro con el halo que dejaba el calor de sus cuerpos, como si fuera
solo eso lo que pudiera tocarlos, el pasaba por detrás de ella en la cocina y
miraba su cuello, ella sentía los ojos de él en el lóbulo de su oreja, luego
ella le pidió que apagara la televisión, y en ese momento el mundo se detuvo
para él, y sintió que nadie existía, excepto ellos en ese instante detenido.
Había sido una
noche extraña y maravillosa, y allí estaba él, tejiendo una malla para el canil
de doña Tita.
Entonces sonó su
teléfono; era ella, un día después, un momento antes de que él lo tomara para
escribir cualquier cosa, no importaba que, solo para saber si compartían lo
mismo, el mismo sentimiento. Era ella y su pecho se lleno de satisfacción.
Proponía que así
como él la había invitado a su casa a cenar, le había cocinado y había sido tan
grato anfitrión, hoy ella seria la que le cocinaría, le pedía que le diga que
le gustaba, cuál era su plato preferido.
El era
vegetariano, por problemas de salud había dejado de comer carne, le había hecho
más que bien, y algo que parecía pasajero termino siendo permanente. Es fácil
invitar a cenar a alguien que no come carne, pensaba él, sin embargo es difícil
lucirse en la cocina con algo suculento si no hay carne, pensaba ella. Hay algo
de la carne que lo vuelve animal, sexual y sensual. Era muy buena cocinera,
podía hacerle cualquier cosa que el deseara, sin embargo esperaba que le pidiera
fideos al fileto, para no complicarla mucho.
En definitiva
esta vez, esta cena, no terminaría en un adiós nos volveremos a ver, ella tenía
muy claro que quería, y sabia que una vez que la mesa estuviera servida se lo
fagocitaría, disfrutándolo, despacio, caliente y calmado.
El decidió pedir
chop suey, ella asintió, sabia como hacerlo y tenia los ingredientes necesarios
para que el terminara muerto de amor, que era básicamente lo que buscaba.
Acordaron
encontrarse en la casa de ella, el viernes, a las 10 de la noche, también
resolvieron que no habría helado esta vez, hacia frío, ninguno de los dos
deseaba sentirlo, necesitaban sentir el calor de ellos, el de sus alientos,
habían determinado que nada los frenaría, ella lo tenía más decidido que el. Había conseguido que él se regodeara en la espera, casi que deseaba que
nunca lo besara, deseaba no besarla nunca, pero al mismo tiempo sentía que sus
cuerpos tenían una especie de imán, bailaban una danza maravillosa, se
acercaban y se alejaban, temblaban solo de saberse uno frente al otro, era tan
extraño y extremo, daba miedo y ansiedad.
Siendo las ocho y
media de la noche decidió entrar a la ducha, su baño fue delicado y cuidadoso,
como si preparara el cuerpo para una batalla, era su arma y estaba poniéndola a
punto, le dedico especial atención a su pene, jugó con él, lo probo y pudo ver
que funcionaba, se erguía derecho, duro y caliente, como a él le gustaba, no
siguió, guardaba toda esa intensidad para ella, deseaba que no fallara,
prefería esperar y eso lo excitaba mas, no entendía como esta mujer podía
hacerlo esperar así.
Ella tomo un baño
de inmersión, necesitaba estar calma, gozaba con estos encuentros, no podía ni
quería fallar, cerro sus ojos, paso la esponja por su cuello, lo masajeo un
poco, luego bajo por el hombro izquierdo, levanto el brazo y paso jabón arriba
y abajo, delineo la cintura y la cadera, se detuvo en la entrepierna, acaricio
su clítoris, comenzó a masturbarse lento, luego más intenso y acabo, abrió los
ojos, quito el tapón, prendió la ducha y se baño.
El llego puntual
y ella estaba hermosa, por primera vez se había maquillado para él y tenía puesto un vestido, era como si le contara que lo único
que deseaba hoy era ser su hembra, jugar a eso.
El también estaba
esplendido, con su remera negra lisa, sus zapatillas bajas de lona y su jean
recto, ella pensó que era trascendental que un hombre tuviera zapatillas de
lona, cinturón de tachas y jeans rectos, que el dejado, el rocker, eso era lo
que a ella más le calentaba de un tipo. El tenia un perfume maravilloso y lo repartía
por la casa sin ningún problema, ella podía verlo y desear comerse a ese tipo
sin chop suey de por medio, pero espero, ella sabia esperar.
El recorrió el
lugar, miro los cuadros con detenimiento, en silencio, ella le abrió una
cerveza y se la dio, raspando con la uña del dedo meñique el costado de su
mano, deteniendo el aliento de ambos, él la miro, intensamente y ella sonrió.
El fue franco, tomo su mano y la poso en su pecho, sentía que su corazón
galopaba y no podía tenerla más cerca y no tocarla. Entonces ella lo beso, y él
supo que no había tenido en su vida registro de una explosión tal, era adolescente,
extravagante, excitante, interesante.
Necesitó
separarla y observarla, mirar sus ojos, entender por qué estaba en ese estado.
Hay un dicho que dice al ver veras, y el vio algo en esa mirada, que le dio
escalofríos, sintió temor.
Ella lo invito a
la mesa, y el accedió, en un decantador un vino tinto soberbio regalaba su
aroma y su cuerpo, la botella era elegante, las copas también, ella le sirvió
una, dejo la botella en la mesa y se acerco al reproductor para poner Wrong de
depeche mode.
Sin mucho
preámbulo, tomo una botella de agua de la heladera, la abrió y por el pasa
platos le ofreció un brindis, en honor a ellos, y a esta cena, el brindó y
sintió que esto nunca más en la vida le iba a pasar, quería detener el tiempo,
era feliz, estaba caliente, y ella se redoblaba permanentemente.
El la miraba
moverse y no entendía como había llegado ahí, como podía ser que le pasara
esto, ella le acerco un porro, él le dio dos bocanadas, ella se reía
frenéticamente, el volvió a sentir miedo, la vista opacada, mareos, y
luego nada.
Ella tiro el vino
al lavabo, tomo la cuchilla y pensó la cena está servida.